17/12/18

El grito - Norma Píngaro

Puede ser que la tarde haya estado muy quieta, con esa falta de aire que se siente antes de la tormenta, cuando nuestros cuerpos, agua al fin, se arrastran pesados esperando el gran cambio. Lo cierto es que ella gritó.

Gritó fuerte, muy fuerte, como si su voz emergiera de su pecho, de sus mismas entrañas, desde cada célula, desde cada átomo, desde el fondo de su corazón.

 Y  no vayan a creer que fue un grito impostado, sonoro, vibrante, no, era un grito desgarrado, animal, gutural. Los que lo escucharon fruncieron su entrecejo, se apretaron las manos.

Su grito, el de ella, en esa tarde, salió a la vereda de baldosas negras y el vecino se asomó al balcón, siguió por la avenida humeante y ruidosa, cruzando por entre los autos, aturdiendo a los desprevenidos y angustiando a los solitarios. Llevaba encima todos los siglos de civilización, de cinturón de castidad, de miriñaque, de leyendas, de hogueras, de prejuicios, de huracanes, de velos, de mutilaciones, de abusos,de violaciones, de asesinatos e injusticias...

Su grito, no era sólo el suyo, era el de las campesinas sembrando con los niños a cuestas, el de las ejecutivas desabotonando las braguetas de los poderosos, el de las mujeres con cargas en sus cabezas, el de las doncellas de pies pequeños en un Oriente milenario, el de las modelos sometidas al hambre y al quirófano, el de las niñas sin estudio, el de las golpeadas, el de las humilladas...

Se dice que su grito, esa tarde fue el que despertó la lluvia que llegó al campo, donde se mezcló con el pasto y la tierra pegajosa, testigos mudos de tanto desamparo.

1 comentario:

  1. Gracias.
    EL grito abarcó desde las pequeñas humillaciones hasta las vejaciones más abyectas.
    Se va a caer.

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